La lectura de Cristina Morales, herramienta de honestidad feminista


Reflexionando sobre Cristina Morales, a ritmo de caracola, pasé unas semanas preguntando vuestras opiniones activistas sobre Lectura fácil, ese libro brillante de hilaridad atípica, casi dolorosa.

Mis preguntas eran para entender por qué esta mujer se había convertido en lectura de culto entre nuestros círculos, y también para ver si  merecía ponerle la etiquetilla ésa de “las feministas lo recomiendan”.

A decir verdad, tuve al principio algunos complejos para afirmar “este es un libro feminista”, y es que no me apetecía endilgarle cargas moralizantes; quería más bien dejarle la libertad irreverente con la que se nos presenta. Pero al final, una encuentra tantas cosas que nutren nuestra visión como activistas que dan ganas de dejarlas registradas por escrito, digamos… para que no se nos olviden.

En efecto, Cristina Morales no solo mete mano a la mayor parte de los temas que nos ocupan como activistas, sino que los problematiza de una manera que nos hace revisarnos desde dentro de la cuestión. Además, lo hace con un furor que inspira y da brío.

Aprovechando lo mucho que nos encanta problematizar las cosas –eso seguro es debido algún complejo histériko que tenemos las feministas-, el libro confronta nuestros movimientos con cada esquina de la realidad. Nos encuentra con las contradicciones y vergüenzas de nuestros “mundillos”, nos cuestiona y tira por los suelos cazos sucios del sistema del bienestar social, los servicios, las instituciones asistenciales y todas esas cosas que tienen que ver con cuidado dignidad

Es curioso encontrarnos en una novela voces y personajes que nos retratan y hacen una mención fiel de nuestra retórica. Sus anarkas, subnormales, trabajadoras sociales, juezas y paisanos te miran insinuantes y te van recordando que las políticas, por ser de izquierdas, no son en sí mismas feministas -lo digo para tenerlo presente, no sea que nos durmamos en el conformismo-. Cuando leemos a los personajes hablando desde la “nueva política” nos sonreímos de sus contradicciones y debilidades; qué entrañable la forma en que se burla de términos acuñados el santísimo 15M.

  
Pero ¿acaso Morales quería enseñar algo? ¿pretende instruirnos? Creo que no, y su libertad radica ahí mismo. Habla de lo que le apetece hablar en los modos que ella misma ha elegido o se le dan bien. A algunas nos enriquecerá, a otras les aterrará, y a otres se la sudará.


Y es que no todo en esta vida tiene que estar dentro del marco del aprendizaje y crecimiento personal. Es más, tengo razones para sostener que la intención de la granaína no es en absoluto reformista; sino más bien destructiva (de no ser así, no sería una novela de crítica). No todo tiene que estar dentro de un marco ideológico, decíamos, pero ninguna de nosotras, lectoras, podrá negar lo mucho que nos ha hecho reflexionar, problematizar y ver con un toque ácido el mundo este en el que nos movemos y a nosotras mismas dentro de él.

Aquí CM, que parece que te está diciendo "yo escribo lo que me sale de las entrañas, no pretendo provocar tal o cual reacción pero visto lo visto, hacerlo se me da francamente bien”.

 
 No sé vosotras, pero yo defiendo que el feminismo es una crítica o una reevaluación constante del sistema, de sus estructuras jerárquicas, de las categorías como están construidas: privilegiando a algunos y despojando a otros de sus libertades –libertades de esas simples como con quien follar o quien tiene derecho a operar el aparato reproductor de algunes.

En suma, Lectura fácil es una herramienta de muchos filos para retratar las incongruencias de lo que hacemos; señala y mete el dedo de lleno en los enfoques capacitistas que se usan para mantener nuestras categorías, la lógica judeocristiana que sigue ahogando por ahí y todas esas cosas que no nos podemos cansar de poner sobre la mesa.

Yo de Cristina me quedo con esa forma tan... no sé si decir ronroneante, borboteante o imprescindible de usar la narrativa polifónica como arma de libertad para sus actrices.

Me quedo chochiplática ante el ingenio que se necesita para parir un libro así y encima a partir de un embrión dancístico. La novela tenía como intención ser una crítica de arte (de danza), y de ahí se fue a lo que se fue… Érase una vez una performance callejera en la plaza Carmen Amaya, una escritora inquieta y unas mujeres en un balcón que la invitaron a saltar a la piscina de la enfermedad mental.

No sé qué palabras usar para referirme a la facilidad con la que Morales salta de un lenguaje anarquista, antifascista y crítico alternando con la sencillez del sudor debajo de los camisones, los pelos en las ingles, la falta de pudor; la lectura y palabra fácil con la complejidad cansina de Nati desde sus compuertas o las declaraciones en el juicios (esos que te ponen los pelos de punta pensando lo que le van a hacer al cuerpecito serrano de Marga). Nos columpia de la fanzine (esa que nos rebajaron de 100 a 30 páginas para que cupiera en los cánones editoriales) a ensayos de danza que te hacen sentir (casi palpar) otros cuerpos en movimiento… y de ahí a los guiños a artistas que se estampan contra el sistema (sí, hablo de Maritza Garrido-Lecca y estoy segura que este fue un nombre que removió mucho en las búsquedas de la autora). En fin, la plasticidad que encuentra su genialidad va coronada con guindas por todas partes.

Otra  parte de su encanto reside en esa honestidad mordaz… esa que también nos duele. A nosotras tan involucradas con el trabajo social y tan reivindicativas de los cuidados se nos despierta la atención al encontrarnos con todo esto. Y eso es buena señal, porque esas preguntas son necesarias y alimento para el feminismo.

Morales te invita a muchas rompeduras de cabeza, a muchas realidades, sobre todo a la de la discapacidad (que te cuenta en primera persona y diversificada por cuatro para que la escuches a gusto).

Y ¿qué te digo sobre la libertad sexual? O de la libertad en general (yo creo que eso daría hasta pa otra entrada de blog).

Así que ¡ah! Morales, autora insumisa de un mundo constantemente ejemplarizante y moralizante -con lo agotador que puede llegar a ser eso-: llegas para acariciarnos y después darnos hostias a diez puños... bueno a nosotras directamente sino a las estructuras patriarcales del sistema en el que nos movemos. Qué pluma llevas, tía.

 La crítica no debe ser constructiva, debe ser destructiva. No sé si lo he conseguido, pero en la novela no quiero proponer reformas, todo lo contrario, quiero destruir lo que existe.

*Gracias a las amiguis de Kódigo Malva, por sus aportaciones a esta entrada, no sólo es por vosotras que llegué al libro sino que habéis nutrido este con mucha chicha esta entrada al blog, además dais envidia con vuestros akelarres y los Kódigo Virginia.      Besos multicolores.

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