Trenzar las piernas


Hace años que vives sola, que despertar es cogerte las tetas para darles los buenos días, abrir la cortina y, dependiendo del día, desperezarte o volver a la cama.

Soltera a los 30, se te ocurre que despertar cada día en el abrazo de alguien no es mala idea. A veces hasta lo añoras. Cómo se antoja tener alguien a quien mirar por la mañana, ahí cuando tu aliento todavía apesta pero también cuando más suavita está la piel, y más propensa a caricias. Por eso, los sábados te quedas un rato con una mano escondida en el vientre y la otra reposando en el pecho.

No sé cómo llamaría Aristide Maillol a su pintura; yo le pondría "Mujer a Solas".


Pasa que, quedarte enredada en pelo de alguien más es una excusa justificable para remolonear más de la cuenta. De otra manera, ¡uy!, el remordimiento. Qué sensación culposa esa de haber perdido-toda-la-mañana.

Admitámoslo: para trenzar las piernas hace falta más de un par. Cuando te quedas sola en cama, los ensayos de abrazarte pueden terminar en algo bochornoso: que tus brazos no encuentran su encaje en tu cintura, o que se ceba la chispa del erotismo por saber que nadie lo comparte contigo; inútiles los intentos de mantener calentitas todas tus extremidades a la vez. Por eso casi siempre terminas por levantarte disciplinadamente, abrir las cortinas y calzar las zapatillas.

La excepciones son especial porque existe la rutina, una rutina que se rompe y se ilumina cuando hay alguien entre tus sábanas, cuando te invita a volver y quedarte enredada en la tibieza del lecho durante horas.

Otra mujer a solas, esta está pensando en sus cosas y el mar -Antonio Cano

¿En qué momento cumplir las tareas de la agenda se ha vuelto lo más estimulante de la semana? A veces -las peores- ha pasado que de ese millar de cosas depende el sentirte completa en el tiempo. Como si tuvieras que cumplir una labor humana ciudadana no impuesta de usar las horas de productividad que te han sido dadas.

Sin embargo -benditas excepciones- los fines de semana en casa de tu amante siguen siendo un reservorio de placer al que rindes culto. Esas horitas al aire antes de desayunar son un placer permitido -institucionalizado- en la autoridad de la agenda.

Pero con ese potencial transgresor que tiene la pereza... oye, pues mira.

Holgazanear un sábado cualquiera, de pendientes acumulados, de lavadoras y la llamada a tu madre, sabe a la violación de algo. ¡Qué gusto!

Hoy es sábado y la mañana es pa ti y pa tu ternura. Que las caricias suaves que te das duren el tiempo que quieran –ventajas de no tener a quien rendir cuentas-. Venga; que los años soltera, te lo digo yo, han sido tiempo valioso para aprender a quererte. 

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